Hoy en día es muy común escuchar sobre grandes avances científicos. Estos abarcan la carrera espacial, con la llegada del hombre a la Luna, la Estación Espacial Internacional y satélites que hacen posible la comunicación inmediata a gran distancia entre los seres humanos.
En un segundo podemos enviar un mensaje de texto a Japón, y tener la respuesta al instante, o hacer una videollamada como aquellas que nos sorprendían en las películas de ciencia ficción hace unas décadas. Igual de sorprendente es el GPS, que en tiempo real te dirige al destino que hayas señalado, cuadra por cuadra, calle por calle. En la medicina, los avances también son admirables; por ejemplo, los implantes y trasplantes de órganos que no habríamos imaginado en el pasado.
Podemos seguir señalando logros de la humanidad, pero hay que decirlo claro: todos estos portentos científicos no habrían sido posibles sin la existencia de las universidades. Sí, estas instituciones depositarias e impartidoras del conocimiento y descubridoras de nuevos saberes.
La palabra universidad viene del latín universitas. Uni, que significa ‘uno’, más vertere, que quiere decir ‘verterse o vaciarse en’, y tat, que es ‘cualidad’; por tanto, podemos decir que la universidad es la unión de personas que se congregan ante el saber para conservarlo, transmitirlo y ensancharlo. Tiene la misma etimología que ‘universo’: la unidad en la diversidad.
Las universidades nacieron durante la Edad Media. En general se reconoce que la primera universidad se fundó en Bolonia, Italia, en 1088; después se fundó la Universidad de Oxford, en Inglaterra, en 1096, y enseguida la Universidad de París, Francia, en 1150.
En América, la primera universidad fundada por la Corona española fue la Real y Pontificia Universidad de San Marcos, en Lima, Perú. Fue instituida por cédula real en 1551. La segunda creada por la Corona española, en ese mismo año, fue la Real y Pontificia Universidad de México, convertida en Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 1910.
Cabe señalar que la primera universidad privada en nuestro país es la Universidad Autónoma de Guadalajara, que nació en 1935 y cumple 85 años de vida.
Ser parte de una universidad como docente, estudiante o investigador es realmente un privilegio. Por desgracia, son pocos los que tienen la gran distinción de absorber los conocimientos que nuestros antepasados nos han heredado, y recibir el saber que nos permite desarrollarnos con profesionalismo en lo laboral y con valores en nuestra vida cotidiana, así como conocer los descubrimientos científicos de los investigadores.
Sin duda, el avance tecnológico podría hacernos creer que la asistencia a un aula puede sustituirse por videos, gadgets y cursos en línea, pero nada suple a la palabra del maestro, la interacción entre alumnos, el trabajo en equipo y las amistades vitalicias que se forman en las aulas.
La tecnología brinda apoyo al aprendizaje, muy importante sin duda, pero, como dijimos al principio, sin universidades no hay descubrimientos tecnológicos y, por tanto, no habría avances en estos rubros.
Así que valoremos que haya universidades. Y que estas no sean degradadas hasta centros de pseudoenseñanza, porque la palabra universidad también señala al universo, que es toda el área de estudio de las universidades.