Más que un compañero, el animalito sirve de soporte a la alumna Melissa Veyna Rodríguez para tratar la ansiedad y depresión.
La depresión y ansiedad son padecimientos mentales reales, afectan nuestras vidas, las cambian; la tranquilidad se vuelve una cosa del pasado y el presente, a veces, una pesadilla. Medicamentos, miedo y aislamiento convierten el día a día en sufrimiento, incluso desesperanza.
Es en este punto es donde pueden entran los amigos para salvarnos y no hay mejor amigo del hombre que los perros, una frase que aplica para el caso de la estudiante de noveno cuatrimestre de Ciencias de la Comunicación y Medios Digitales de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), Melissa Veyna Rodríguez, y dueña de “Panchito” el dóberman, un perro de servicio psiquiátrico de cinco años edad.
A causa de la pandemia de Covid-19, cuando la situación obligó a las personas a tomar distancia y aislarse unas de otras, ella empezó a sufrir ataques de ansiedad y depresión crónica. En estos ataques causados por ansiedad social (estrés a socializar en grandes grupos) ella se desmayaba y aunque duraba poco tiempo el desvanecimiento, temía que en esos intervalos le pudiera pasar un incidente relacionado con su integridad física.
“A partir de ese miedo decidí buscar una alternativa a la medicación y no estar sola, así llegó Panchito a mi vida. Adaptamos su entrenamiento de perro vigilante para esta función psiquiátrica. Panchito originalmente era la mascota de mis abuelos y cuidaba de su hogar, pero tras el fallecimiento de mi abuelo, lo adopté para servir de compañero y lo traigo aquí a la escuela y me dejan tenerlo porque lo necesito”, dijo.
Por lo anterior, desde hace un año puede verse a Melissa acompañada por su amigo en los pasillos, jardines y aulas de Ciudad Universitaria UAG, en la que se ganan admiradores a donde van, algunos se asustan, pero otros quieren tomarse la foto o sólo acariciar al canino.
La mejor compañía
“Panchito” es su apoyo y describió que cuando ella sufre de un ataque de ansiedad siente un aumento en su ritmo cardiaco, sudoración e hiperventilación, puede incluso lastimarse y arrancarse el cabello de la desesperación, es aquí donde entra el perro. Éste puede detectar gracias a su proximidad, entrenamiento y sentidos cuándo Melissa está en peligro.
“Si yo me caigo en la calle, sufro un desmayo, él se queda a protegerme, se me pega y no muerde, pero sí gruñe, él morderá si le doy la orden. Lo que él hace también cuando sufro estos ataques es que se me acerca y me deja acariciarlo, juega conmigo, me distrae, no me deja irme o lastimarme, puedo sentirlo y poco a poco me calmó, me acompaña, está aquí conmigo”, explicó.
Melissa a sus 22 años describe su padecimiento como un reto más con el que debes lidiar en la vida, “lo agregas, hace un poco más complicado todo, se suma al estrés y ansiedad de la vida cotidiana y bueno, es muy difícil”.
No obstante, justo como pasa en la vida, cuando las cosas se ponen difíciles es bueno buscar ayuda, en especial de los amigos y, para ella, “Panchito” es más que una mascota, es su mejor amigo, porque han vivido aventuras, retos, miedos, viajes y crecido juntos. Un amigo que lo hace todo más fácil, apuntó, al cual deja ser un perro cuando llegan a casa, que la acompaña a todas partes.
Los dóberman, comentó, son su raza favorita, a su vez es una de las cinco más inteligentes, nobles y leales a un único dueño.
La lealtad de “Panchito” es casi legendaria y Melissa compartió algunas anécdotas: “cuando lo traía a la escuela, el primer día, un compañero se me acercó de manera intempestiva y `Panchito´ se levantó y le ladró, me disculpé con mi compañero y le expliqué cómo debía estar cerca de mí. Al entenderlo empezaron a relacionarse y pronto se volvieron casi amigos; `Panchito´ cuando escuchaba u olía a mi compañero salía a recibirlo a la puerta de mi salón. Mis compañeros lo querían tanto que para comer en el campus preferían irse de la cafetería y buscar un lugar en el pasto para que Panchito se acostara”.
Tal es la fama de Panchito que tiene una cuenta de Instagram y se puede encontrar en la red social como: @espancho_eldoberman.
Salud y mascotas
Según investigaciones del Centers for Disease Control and Prevention de Estados Unidos, el tener una mascota ayuda a nuestro estado emocional, reducir el estrés, ansiedad e incluso eleva nuestra autoestima y actualmente muchas terapias se centran en tener animales dedicados a dar ánimo y compañía a personas que sufren enfermedades mentales o están solos.
No obstante, la alumna opinó que en México hace falta poner atención en esta clase de propuestas y regular a organizaciones certificadoras de entrenamiento; de hecho, no se presta atención a la necesidad y oportunidad de tener mascotas terapéuticas o de compañía para personas que podrían optar por esta solución y dejar de manera parcial el medicarse si sufren de depresión o ansiedad.
Ella consumía antidepresivos y ansiolíticos que dañaban su hígado, todos los días, y ahora con “Panchito”, esto ha cambiado, se siente sana, plena y feliz.
“Los perros podrían ser usados para otros trabajos, no sólo de campo, como policías o rescatistas, existen una infinidad de actividades que un perro puede realizar, comandos que puedes enseñarles como traer objetos, detectar enfermedades y más”, aseguró.
Para concluir, la estudiante manifestó que, si se tienen dudas sobre el entrenamiento de un perro, los interesados pueden acercarse a veterinarias que podrían guiarlas a entrenadores adecuados y hacer el vínculo con sus mascotas más estrecho y feliz.
Además, al acabar su carrera desea viajar al extranjero para trabajar o hacer voluntariado y se llevará a “Panchito” para seguir su historia juntos.
Galería de fotos
Esto durante el evento denominado "Camino a tu Éxito", donde los alumnos dieron a conocer sus trabajos.
Un nutrido grupo de la comunidad universitaria visitó la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México.
La UAG organizó este simposio, en el cual se presentaron tres conferencias de expertos.
Se realizó una Misa y el Rezo de Santo Rosario para recordar su legado.